En un mundo de hipócritas y burocráticos camino yo, alta y aparentando cierta elegancia en cada paso. Finalmente no sirve de nada porque igual termino conociendo el piso y raspando mis rodillas. Sin embargo, en el fondo sigo manteniendo esa niña llorona que tuerce los ojos cuando algo no le gusta, levanta los hombros cuando no quiere hacer algo, hace la ley del hielo cuando se enoja y hace rimas para discutir con los demás. Así que mientras divagaba mentalmente hasta que la ecovía se dignara a salir de la Marín, me di cuenta de que sigo siendo una niña que juega a ser grande. Por eso es que estoy donde estoy. Yo creía que sería divertido jugar a la casita, así que tomé mis cuatro trapos y me independicé, como quien dice. Me decía: "¡Quiero jugar a la cocinita!" y de repente me vi preparando mis desayunos, almuerzos y cenas. También me dije alguna vez lo divertido que sería jugar al papá y a la mamá, así que en menos de un año me conseguí un novio, que juega muy bien por cierto! Creía que sería divertido jugar a las profesiones, así que cursé una carrera universitaria donde no me gustaron los niños con los que jugué, eran una bola de zoquetes; y luego, para hacer más interesante el juego, me conseguí un trabajo. Entre tanto juego, creía que sería divertido jugar a las aventuras, así que empecé a tomar decisiones y a vivir paso a paso, etapa por etapa... y heme aquí, aún jugando!
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