lunes, 14 de julio de 2014

A esos ojos miel...

Con profundo amor quiero hablar sobre aquellos ojos que se han vuelto parte de mi diario existir, aquellos ojos que no hacen otra cosa que enamorarme; aquellos ojos que me miran con sinceridad, con el alma. Esos ojos jamás me han ocultado lo que sienten, han sido los artífices de esas miradas sonrientes, de aquellas llenas de ternura que siempre cuestionan los "poqués" , llenas de pasión, de ira, pero sobre todo de amor. Esos ojos no mienten, y son tan claros que es inevitable no  perderse en ellos.
A simple vista parecerían comunes, pero cuando me acerco a ellos me veo reflejada en esa clara mirada.
Un día, esos ojos se cruzaron en mi camino de la nada, así, sin más ni más, sin pedir permiso, ni nada que se parezca... y algo es claro, desde entonces, nada volvió a ser igual.
A veces jugueteo con ellos, los amenazo con guardarlos en mi bolsillo y no devolverlos, pero los muy coquetos no hacen otra cosa que sonreírme y decirme que me aman, y que no se cansan de verme. Brillan y brillan, brillan con luz propia, coquetean conmigo y hasta seducen los muy descarados. Y cuando están cerrados, por algún motivo una parte de este mundo deja de brillar.
Es práctico decir que no sé cuánto tiempo esos ojos me acompañarán, no me vieron nacer y quizás tampoco me vean morir; sin embargo, tengo la convicción de que hoy por hoy, esos ojos miel son parte de mi aventura por vivir y sé que si algún día me llegasen a faltar... indiscutiblemente jamás los olvidaré.

Siempre he sido fiel admiradora de las miradas, pero ésta, en particular, tiene ese nosequé que me pone nosécómo. Esos ojos, sus ojos... esa mirada, su mirada.

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