Recuerdo que solía amar su esencia, su ímpetu, su sobriedad.
Amaba verlo dormir, amaba su boquita esponjosa y amaba sacarle fotos a cada instante.
Amaba sus coherencias y sus sinsentidos.
Amaba caminar de su mano y reírme hasta más no poder
Amaba fumarme un cigarrillo en la terraza del departamento y discutir abiertamente temas que pasaban en nuestras vidas.
Amaba esa magia intacta que había entre nosotros.
Amaba nuestras actividades independientes.
Amaba cocinar y escribir para él.
Amaba contarle historias.
Amaba verlo jugar.
Amaba escucharlo.
Amaba verlo soñar.
Amaba su manera peculiar de comer.
Amaba hasta su daltonismo y su sinusitis.
Amaba viajar con él.
Amaba verlo conducir.
Amaba correr, nadar y pedalear a su lado.
Amaba su falta de sutileza cuando lo ameritaba.
Amaba su preocupación y sus vanas acciones por querer controlarme.
Amaba ese gesto peculiar que hace con la boca cuando algo no le parece.
Amaba su parquedad y su criterio cuando lo conocí por primera vez.
Amaba su entusiasmo.
Amaba su energía.
Amaba su compañía durante mis largas noches.
Amaba recorrer su espalda y su pecho jugando con mis dedos.
Amaba sus besos.
Amaba sus abrazos.
Amaba verlo mirarse en el espejo.
Amaba su manera de reír y su manera de mirar, esos ojos miel no se olvidan.
Amaba su inocencia ante temas tan simples.
Amaba su simplicidad y humildad.
Amaba sus ridiculeces.
Amaba su timidez y su osadía.
Amaba lo que teníamos juntos.
Amaba nuestro día a día.
Amaba su manera de ser.
Amaba al hombre que él solía ser a mi lado.
Amaba a la mujer que yo solía ser a su lado.
Lo amaba demasiado, lo amaba bien, lo amaba con la vida; y estoy segura de que él también me amó con tal intensidad porque juntos vibrábamos y nuestros pasos fueron siempre fueron firmes al andar.
Entendí con el tiempo que no se trata de cuánto nos amábamos, sino de cómo nos llegamos a amar... con tal entrega, con tal conciencia, con tal locura.
Hace poco lo volví a ver, hablamos, reímos y hasta recordamos. No ha cambiado físicamente, pero noté que su ego le ganó la partida. Por momentos lo desconocía y por momentos parecía que el tiempo se hubiese detenido. Y yo sigo creyendo que lo nuestro fue tan memorable que ya sólo quedan los buenos recuerdos llenos de sonrisas, aventuras, anécdotas y aprendizaje.
¡No, no fuimos perfectos, pero vaya que fuimos felices!
En su momento, me dolió nuestra separación en la misma medida en la que me ayudó a crecer, a seguir madurando y a volver a reconciliarme conmigo misma. Y hoy, hoy sólo lo recuerdo con cariño.
Dicen que todo es por etapas, que somos una generación que nos gusta correr y que lo queremos todo para ayer. No disfrutamos de nuestras etapas como tal porque vivimos demasiado rápido. Cómo me hubiese gustado conocerlo en otra etapa, esa etapa en la que te quieres quedar quieta junto a alguien por el resto de tu vida.
¡Qué linda manera de sentir la vida! ¡Qué linda manera de volar! ¡De vivir intensamente!
Tal vez no soy de la generación que corre, pero sí de la que vuela y lejos.
Desde el frío California,
-T.
First published on 1/17/2016
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